DE JARDINES Y VOCACIONES
Contraté a un jardinero. Era un hombre mayor, jubilado. Amaba las plantas y arrancaba con manos feroces las malas hierbas. Enfermó el pobre y dejó su afición. Se acabaron los jardineros.
Varios son desde aquel día los que han hollado con sus desbrozadoras ciegas mi plácido jardín. El primero tenía 20 años, acababa de terminar un Ciclo de Jardinería y abandonó tras la primera sesión. El trabajo le pareció duro. Él pensaba que trabajar era otra cosa. Ahora es operario del ayuntamiento. El segundo hizo un corte limpio pero me dejó el bolsillo tieso (soy profesora, no la Duquesa de Alba, y el mío no es un jardín de ensueño decimonónico que acabe siendo Patrimonio de la Humanidad). El tercero ha venido ya tres veces. Me aterra pensarlo. Cada vez que lo llamo mis plantas enmudecen, conscientes de su desamparo. "¡Madre! - parecen implorarme-, ¿por qué nos has abandonado?". El aloe vera, regalo de mi amigo herborista, que crecía feliz a la sombra de un mandarino, fue el primero en ser decapitado. Era pequeño, y aunque estaba marcado con una vara, su verdugo no lo vio. La segunda vez pereció un rododendro. Está bien, lo admito, el jardín parecía una selva, pero el finado lucía su esplendor con sus visibles flores naranjas. También eché de menos a dos arbustillos de flores blancas y rosadas que acababa de plantar. Era verano. Ahora, en el otoño, lo ha vuelto a hacer. Sesgó el frágil tronco del jazmín, que se seca, desposeído del último hálito de vida, en el enrejado. El romero, que sin alevosía pero con nocturnidad yo me agencié, ha desaparecido como vino, furtivamente. Y todo esto, al módico precio de 20 euros la hora.
Por supuesto, no lo volveré a llamar. Me convertiré en jardinera. Yo soy una persona con vocación. Me gusta mi trabajo, aun con sus sinsabores, y me gusta mi jardín, aunque no sepa manejar un cortacésped.
Mi jardinero es un hombre sin vocación que corta con el mismo ojo clínico una mala hierba, un rododendro o una rodaja de chorizo porque mi jardinero no se preparó para trabajar en aquello que más le gustaba sino para trabajar en aquello que le solucionase la papeleta económica y , en este caso, el roce no hizo el cariño. Así les pasará a muchos de mis alumnos que no vislumbran su vocación. Y tanto les tiene estudiar periodismo como apuntarse a un ciclo de mecánica. Otros son manipulados genéticamente para que estudien algo que tenga salida, la que sea, ya que en sus casas la vocación se ve como un capricho de adolescente, como un grano más de la pubertad que tarde o temprano acabará secando, ¡Ja! A qué viene la niña diciendo que quiere estudiar Historia del Arte con la salida que tiene coger la optativa de Tecnología Industrial. Así se gesta un profesional sin vocación. Infeliz de aquel que no ama lo que hace. Y sobre todo, infeliz de mí, por qué, ¡a ver!, ¿dónde encuentro yo otro jardinero?
Comentarios
Un saludo.
1.Resulta que tenemos en común la afición a la jardinería. Yo tengo 3000 metros de jardín que cuido yo misma, así está... hecho una selva. Hago experimentos con gaseosa y me lo paso muy bien.
2.Aún teniendo vocación, Hortensia... qué difícil es mantenerla. Es como una planta que hay que alimentar, cuidar y regar... y yo ya va para tres años que estoy hambrienta, descuidada y sedienta. No salgo de la crisis.
3.Qué susto, cuando vi el título del post creí que ibas a hablar del Modernismo, jajajaja. No es mi época favorita ni tampoco la de mis chicos. Bueno, la de mis chicos no es ninguna.
Hasta otra, querida. Ya sabes que te sigo con denuedo.
Querida Morgana, si yo tuviera 3000metros de jardín mis plantas, abandonadas a su suerte, se harían carnívoras. No te desanimes,las crisis son cíclicas, ¿qué tal un cambio de aires ahora que sale el concurso de traslados? Me pegas más en el bachillerato.
Miedo me da hablarles del Modernismo a los de 4º que tengo, estoy dejando la literatura para la 2ª evaluación, a ver si maduran en Navidades.
Besos. Nos leemos.