El bosque animado
Viejo castaño del Caurel. Llegué a pensar que en cualquier momento se atrevería a hablarme. |
La fama es un valor perecedero y caprichoso. Sin que podamos retenerla se disuelve como el humo y desaparece dejando en el aire una tenue cadencia, un hilo de cometa invisible a las miradas. Del azar depende que, inesperadamente, alguien recobre ese hilo y lo salve de la oquedad del olvido. Digo esto pensando en Wenceslao Fernández Flórez, un escritor de amplia trayectoria periodística y literaria, cuyas obras, a excepción de la que hoy nos ocupa, están descatalogadas. De su narrativa me gustaría leer las colecciones de cuentos en las que el elemento fántástico y supersticioso se inserta en lo cotidiano, como sucede en Fantasmas o Tragedias de la vida vulgar. En este último volumen se encuentra un relato de vampiros,onírico e inquietante, El claro del bosque, que también publica Alianza en su Antología de cuentos de terror,3.
Hace unos días he ido al Caurel, no demasiado lejos (y tan lejos) de la casi desaparecida fraga de Cecebre que retrató Fernández Flórez en su entrañable novela El bosque animado. Y allí, mientras caminaba sin prisa por congostras y rueiros creí oír - no miento- la risa de la infeliz Pilara y el suave correteo angustiado de Furacroyos, canté con los árboles la alegre canción que imita a la presa del molino, y temí encontrarme en la hosca umbría de los sequeiros de Mostad con el bandolero Fendetestas (por si las moscas, ¡oh ,el odioso pueblo pardo! fui repasando mentalmente tácticas de regateo para no perder con él las escasas viandas de mi mochila). Pasé por delante de casas empobrecidas y ruinosas como la choza de Marica da Fame y discurrí junto al río Lor, plácido y bello, nada hay tan hermoso como su corriente en cuanto pueden ver ojos humanos. Descansé al abrigo de viejos castaños que viven tras su muerte, porque la fraga es toda vida, es un ser hecho de muchos seres. Sin embargo, - he de decirlo- no perturbó mi estancia la presencia del pueblo pardo, pero sí el incordio de sus primas las avispas.
La noche de mi vuelta a casa,embriagada de verde y musgo, adapté para mis alumnos de 1º de ESO la estancia I de "El bosque animado". Empezamos, pues, con buena literatura.
Comentarios
En cuanto al Caurel, ¿qué decir? Ambos compartimos el placer de recorrer sus fragas y de disfrutar de ese remanso en el tiempo que supone estar en alguno de esos puebliños o aldeas de tejados de pizarra. Este verano próximo quiero volver a sumergirme en su paisaje, en su tempo lento, en su belleza maravillosa. Un abrazo.
Al Courel hacía ya nueve años que no iba y necesitaba volver. Si pudiera, me encerraría allí una temporada para pintar y escribir.
Biblos, me alegro de que te haya gustado la entrada y el Courel. Tienes razón cuando dices que uno se siente fuera del tiempo. Cada vez quedan menos lugares así e incluso este peligra.El impacto ambiental de las pizarreras es lamentable en algunas zonas.
Bicos para los dos.
He trabajado muchas veces en clase el fragmento de los postes del telégrafo; es muy versátil: sirve para casi todo.
Gracias por recordármelo.