La lengua es el aire
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"La lengua no es una materia separada de las demás que tenga límites bien precisos: aquí está la lengua y aquí está la geografía. Sin lengua no hay geografía, sin lengua no hay ciencia, sin la lengua no existe ninguna de aquellas que nosotros distinguimos, clasificamos y llamamos materias. No puedo hacer historia sin la lengua, no puedo hacer filosofía sin la lengua, no puedo hacer política sin la lengua, no puedo vivir sin la lengua. Nosotros estamos dentro de la lengua como el pez está dentro del agua, no como un nadador. El nadador puede tirarse en clavado y salir, pero el pez no, el pez tiene que estar adentro."
La lengua es el aire. Pero es el aire que respiramos. Contaminado y sucio, unos pocos intentan preservarse de las partículas negativas y van por la vida con mascarilla, como esos chinos que cruzan presurosos las calles de Pekín con el temor constante de verse contagiados. Se encierran en sus casas como quien se encierra en un libro.
La contaminación lingüística se cuela por todas las rendijas de lo cotidiano.
Oigan sino el habla-rastrera de la tele-inmundicia. Frente a ella, el registro vulgar propio de los estratos sociales más desfavorecidos de la sociedad es pura poesía.
Escuchen sino a los políticos que engordan con sus meteduras de pata las carcajadas en las redes sociales.
Todo parece indicar que muchos jóvenes han crecido a golpe de contaminación lingüística. Su universo está atrapado en una nube de palabras malsonantes y vacías como aletargada e impotente se muestra la mariposa atraída hacia la tela de araña.
¿Qué Protocolo de Kioto nos obligará a reducir las emisiones de significados contaminados?, ¿qué conciencia política liberará a los significantes apresados por el efecto invernadero?
Parece demostrado que a más contaminación, más pobreza; a más temperatura, más desigualdad. Eso también vale para la lengua, porque la lengua es el aire.
La contaminación lingüística se cuela por todas las rendijas de lo cotidiano.
Oigan sino el habla-rastrera de la tele-inmundicia. Frente a ella, el registro vulgar propio de los estratos sociales más desfavorecidos de la sociedad es pura poesía.
Escuchen sino a los políticos que engordan con sus meteduras de pata las carcajadas en las redes sociales.
Todo parece indicar que muchos jóvenes han crecido a golpe de contaminación lingüística. Su universo está atrapado en una nube de palabras malsonantes y vacías como aletargada e impotente se muestra la mariposa atraída hacia la tela de araña.
¿Qué Protocolo de Kioto nos obligará a reducir las emisiones de significados contaminados?, ¿qué conciencia política liberará a los significantes apresados por el efecto invernadero?
Parece demostrado que a más contaminación, más pobreza; a más temperatura, más desigualdad. Eso también vale para la lengua, porque la lengua es el aire.
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