Cuando las malas compañías son los padres

Del fotógrafo húngaro André Kertesz


Preadolescentes de entre 12 y 15 años saldrán estas fiestas a emborracharse, a drogarse y a "paparse" siguiendo los dictados de los vídeos porno Torbe ante la indiferencia de unos padres y madres que consideran que "a fin de cuentas, si lo quieren hacer lo harán porque están en la edad de hacer esas cosas y porque todos hemos hecho lo mismo".  No hay mejor parapeto que los tópicos manidos y los  pronombres genéricos de plural para esconder la desidia y la insensatez de ciertos progenitores: Todos lo hemos hecho, todos lo hacen, nada se puede evitar.

Tras muchos años en la enseñanza, me preocupa la deriva a la que están lanzados chicos y chicas menores de 16 años que, como manzanas verdes arrancadas por un vendaval feroz, se enfrentan a un  tipo de ocio adulto sin haber iniciado su madurez. Y todo esto consentido desde el entorno familiar. Y es que  hay un sector de población (padres y madres cuarentones, sobre todo) que por alguna razón que se me escapa no es capaz de desarrollar las capacidades intelectuales mínimas que se suponen que deben tener y que parecen ignorar que su dejadez y su profunda inopia puede ser nefasta para sus hijos ( y, sobre todo para sus hijas, si tenemos en cuenta la gota constante en la piedra que transmiten las letras de trap y rap tan queridas para este perfil adolescente). Después de pasar una década superprotegiéndolos, les llega la información de que a los hijos hay que dejarlos sueltos para que adquieran madurez y se enfrenten a sus responsabilidades y esos padres y madres entienden que enfrentarlos con las responsabilidades es lanzarlos al vacío de las calles (así nos podemos tomar algo tranquilos, ¡al fin!), al agujero de la pornografía de la red (no, si el móvil de mi hijo no tiene datos), al peligro del botellón (son los demás, mi hija no bebe, sale por la noche pero beber, beber... no le gusta), al adormecimiento de las redes sociales ( no, si el Instagram de mi hija es privado, solo tiene 666 amigos)... Después, si pasa algo, fueron las malas compañías (los hijos de los demás) que mi hijo y mi hija son los más listos, pero les tocaron malos profesores (le tienen manía); son muy buenos, pero la sociedad los trató mal, no tuvieron suerte; son muy responsables, pero la adolescencia, ya se sabe, tiene que aprender llevando palos; Además, si quieren hacerlo, lo van a hacer... Yo, como padre o madre que tenía que educarlos o cuidarlos, ... es que educar es muy difícil... ya lo dice todo el mundo... Y en el instituto, los profesores, ¿cómo no los advirtieron, por qué no los educaron?


En los años 80 la heroína (que está repuntando,¡ojo!) provocó la mayor tasa de mortalidad juvenil de la democracia en España ante los ojos atónitos de familias que no sabían  qué pasaba y ante la indiferencia de las autoridades. Nada es gratuito, todo tiene un sentido. Para que haya clínicas de adelgazamiento debe haber comida basura que engorde frente a un televisor donde hombres y mujeres con cuerpos 10 pasean su felicidad en coches y casas de ensueño. Para que existan clínicas de desintoxicación debe haber toxicómanos que se inicien en las drogas lo suficientemente pronto como para no poder parar. Para que no haya protestas en las calles debe haber generaciones embrutecidas, adormecidas, incultas, insatisfechas y consumidoras compulsivas. Para que  el protagonismo social que están alcanzando las mujeres se ahogue, estas deben empezar a salir con 13 años, abandonar los estudios prematuramente y dejarse manosear por adictos a vídeojuegos salvajes mientras escuchan, vodka en mano, la última ocurrencia machista del reggaeton.  Siempre he sentido curiosidad por los dueños anónimos del mundo, por ese poder en la sombra que casi nunca se expone en los medios de comunicación pero que decide qué nivel de estupidez humana y cuántas vidas desperdiciadas son necesarias en cada momento para que puedan mantener sus privilegios. Sin duda, el arranque del siglo XXI es un  momento especialmente dulce para ellos. 


¿Qué podemos hacer frente a los mil rostros del diablo? No temerlo. Y ofrecer a nuestros hijos e hijas herramientas para identificar alguna de esas caras siniestras. Nada nos garantiza la salvación. Pero dejarlos al filo  de la noche cuando aún están creciendo es empujarlos a unos callejones sin luz de los que saldrán indemnes...o no. Y los responsables son los padres y las madres... esas compañías. 

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