LA NIÑEZ PERDIDA
Estos días he seguido con una mezcla de conmiseración y espanto la noticia de la niña rumana de diez años que ha dado a luz en un hospital de Sevilla. Cuando pensamos en una niña de diez años nos gusta imaginarla jugando con las Moxie Girlz , coleccionando pulseras locas y dibujando corazones en la agenda de Kello Kitty porque, ¡horror! se ha enamorado de un repetidor de 6º de primaria que se parece muchísimo a Ulrich de Código Lyoko. Al lado de esa niña de diez años tranquilizadoramente real despunta la niña de diez años que fuma a escondidas, que ya ha ido al botellón con sus primas de quince y a la que le preocupa repetir quinto de primaria porque quiere llegar cuanto antes al instituto, aunque no precisamente para estudiar. ¿Trazo un retrato real? No lo sé, yo miro para mis alumnas de 1º de ESO y las puedo encasillar, con matices y sin caricaturas, en uno de estos dos grupos, una minoría en la inocencia de la infancia que se esfuma y otra mayoría que parten veloces hacia la adolescencia que despunta con sus diabluras de nínfula. Pero como no las puedo imaginar por más que me lo proponga es embarazadas de un niño de trece años. Incluso el más tenue pensamiento en esa dirección que parece una perversión.
La niña rumana no estaba escolarizada, probablemente no tendrá jamás esa oportunidad; si sigue la ley de vida de su comunidad a los treinta años será abuela, envejecida prematuramente, como la famosa niña afgana; no podrá prosperar; abandonada a su suerte por el padre de su hija (él, niño -padre también) dependerá de otros para vivir...ni siquiera ha tenido ocasión de pensar qué quiere ser de mayor.
Pero esta visión trágica y negra sorprende a la familia, que está feliz por el nacimiento del nuevo miembro, niña también, la pobre Nicoletta con nombre de princesa delicada y niñez incierta. No entienden el revuelo. Elena ya estaba preparada para ser madre con diez años, como antes lo estuvo su madre y antes lo estuvo su abuela... que actúa de portavoz con el permiso de su marido. Estamos a años luz unos de otros en un mismo espacio y en mismo tiempo. La Tierra no es plana ni redonda, está plagada de sinuosidades y recovecos culturales donde lo que a unos ojos es blanco y límpido a otros es negro y atroz. Me da pena esa niña que es feliz porque su hija ha nacido sana.
Mientras reflexiono sobre esto, y a la vez que preparo la clase para mis alumnos de 1º de bachillerato (ya que tengo la útil habilidad de poder hacer dos o más cosas a la vez) encuentro casualmente un poema de la lírica tradicional del siglo XV que habla de los amores prematuros, ¿frecuentes quizás en la Edad Media? La diferencia es que esto es solo literatura:
La niña gritillos dar
non es de maravillar
Mucho grita la cuitada
con la voz desmesurada,
por se veer asalteada;
non es de maravillar.
Amor puro la venció,
que a muchos engañó;
si por él se descibió
non es de maravillar.
Temprano quiso saber
el trabajo y el placer
que el amor nos faz aver;
non es de maravillar.
A los diez años complidos
fueron della conocidos
todos sus cinco sentidos;
non es de maravillar.
A los quince, ¿que fará?
Esto notar se devrá
por quien la praticará;
non es de maravillar.
(Poesía lírica medieval. Edición de Vicenç Beltrán. Biblioteca Hermes. Clásicos castellanos)
Comentarios
Morgana, querida, ¿ya le vas a dar clase a una hija de una alumna? ¡Qué viejas estamos ya!¡Y eso que aún nos quedan unos cuantos años para darles clase a nuestros propios hijos!
Saludos a los tres.