De guisantes y habas
Foto de Ruth Matilda Anderson, Niña con lechera. La he visto en la exposición que estará en Ferrol hasta el 9 de enero. |
La metáfora, que considero desafortunada, no es mía. Se la oí una vez (no pregunten, he olvidado cuándo) a alguien que se lamentaba de que un alumno bueno académicamente hubiese caído en un grupo malo y proponía cambiarlo para el grupo de los buenos para que así fuera uno de ellos. Vamos, dijo literalmente, es como dejar un guisante en el medio de las habas. Por supuesto no apoyé ese cambio que, felizmente, no se dio. Pero desde entonces no he dejado de pensar en ello y escribo ahora sin saber siquiera hacia donde voy.
Con la autoridad que me da el convivir cotidianamente tanto con el grupo de las habas como con el de los guisantes les diré que las habas tienen buen corazón, se esfuerzan aunque les cueste y ¡sorpresa! hay más de un guisante entre ellas (yo diría incluso que, cual príncipe que no sucumbe al hechizo, algunas habas imperceptiblemente van adquiriendo el verdor saludable de los guisantes). De las habas constato que su calidad de legumbres en decadencia no les viene dada por factores intelectuales; lo que las unifica y las marca son estigmas sociales y lingüísticos: hay inmigrantes (bastante integrados) vienen de zonas rurales (bastante bonitas) y hablan, en su mayoría, gallego (bastante frecuente en la zona que nos ocupa). Como tierno contraste, los guisantitos son urbanitas (eso sí, de pueblo pequeño), de estirpe conocida (y respetada) y hablan, mayoritariamente, castellano (yo también, casi siempre, lo confieso). Entre ellos, tímidamente y sin muchas posibilidades de adaptación al medio, se vislumbra la forma achatada y blanquinosa de alguna haba. Los guisantes son inquietos y charlatanes, no muy dados a atender en las clases, ¡qué simpáticos! y pocos dudan de sus aptitudes académicas aunque algunos las escondan tras su pertinaz pereza. Cuando crecen un poco más se metamorfosean, se multiplican y se bifurcan en especies menos vegetales entre las que destacan lo que aquí se ha dado por llamar frikis y guays. Entonces, se producen extrañas mutaciones y algunos guisantes caen en la red friki y habas muy duras de roer se convienten en cabecillas guays capaces de hundir una clase. La adolescencia, ya se sabe, es una época de cambios turbulentos.
Paradójicamente el alumno-haba tendrá en la vida más oportunidades que la princesa del guisante porque tanto nosotros como él mismo desconfiamos de sus posibilidades ("Cuando el río suena...ya se sabe... pon tus barbas a remojar") y eso le imprimirá carácter. El Esfuerzo Diario vencerá a la Capacidad Dormida. Lo he visto ya muchas veces, incluso en mi condición de estudiante. Cuando yo hacía EGB en un colegio de monjas también nos dividían (siempre lo sospeché, tengo indicios) en habas y guisantes. Algunos, pobres, no salieron de la cazuela. Las habas resultaron ser muy espabiladas.¡Si las monjas levantaran la cabeza!
Comentarios
Me ha encantado, profe. Siempre te he dicho que transmites muy bien tus sentimientos acerca de la literatura pero tu faceta de escritora no la conocía y me encanta. Aunque normalmente no tenga tiempo para escribirte, te sigo. Leo lo que escribes. Y déjame decirte que echo de menos tus clases, sobre todo las de Literatura Universal. ¿Siguen existiendo?
Un día de estos te mandaré un e-mail contándote todas las novedades.
¡Feliz Navidad! Que pases unas buenas fiestas
Escríbeme contando que tal te va.
Felices fiestas.
Un biquiño.