Los fracasos de Pedro
Camuflado entre el musgo se esconde un duende dormido. Pero hay que verlo con otros ojos. |
Pedro es un nombre ficticio que elijo porque no tengo ningún alumno llamado Pedro. Sin embargo existe, tiene 16 años, está repitiendo 2º de ESO, procede de una familia que pasa olímpicamente de él (como él mismo reconoce) y alardea constantemente de sus excesos con las drogas. Quizás no sea cierto y alardee para impresionar. Pero la verdad es que siempre llega a clase cansado. No piensa en el futuro, cree que dejará en el cementerio de su pueblo un cadáver joven, tal como aprende de las letras raperas que escucha constantemente en su móvil de última generación porque, aunque Pedro no sabría decir con precisión cuál es la profesión de sus padres, tiene un móvil de última generación. Pedro se porta fatal en las clases y los profesores, cansados de su actitud, optan por dos soluciones: o bien lo echan al Aula de Convivencia, o bien (las más de las veces) lo ignoran y lo dejan hacer para que moleste menos. Físicamente es un adolescente enclenque con cara ajada de niño viejo. Cuando se enfada, lo cual ocurre con frecuencia, salen por su boca sapos y culebras de tosco arriero.
Pedro escribió para la clase de Refuerzo de Lengua lo siguiente:
"Era una bruja que halla un libro pa azer una pocion fue pa abajo i izo la pozion pero le faltaba un engrediente cojio la escoba i no encendia fue echar gasolina i salio se estrello i rompió en dos cachos fue andando asta el gardin donde las abia pero axi vivía un ogro la rana tira la caña y pesca la oja izo el conjuro i sale el paisano i al final era gay."
Me da pena Pedro. Cuando un día le pregunté qué pensaban sus padres de su actitud ante el estudio me respondió: "¿Tú crees que si a mis padres les importase lo que estudio, iba yo a repetir tantos cursos?"
Pedro, como ustedes han comprobado, es analfabeto funcional. Él no lo sabe, tampoco le importa. El curso que viene será un recuerdo lejano en el instituto. Otro Pedro ocupará su lugar.
Hoy Pedro se ha alterado mucho en clase. Sin concentrarse demasiado en el texto de La historia interminable que leía y trasteando como siempre con el móvil por debajo de la mesa, se jactaba de haber bebido el domingo dos botellas de whisky con otros dos. Yo contrarrestaba hablándoles de los yonquis y alcohólicos que vagabundean por las calles sin rumbo lamentándo sus malos pasos juveniles. Vamos, que me dejé llevar por un afán misionero y doctrinal. Inesperadamente, Pedro se levantó de la silla cagándosendios y se fue hacia la ventana. Cuando le recriminé su actitud se encaró conmigo gritándome que lo dejaraenpazjoder,así que bajé a Dirección para que se hicieran cargo de la situación porque, aunque me gusta resolver los conflictos dentro del aula, intuí que su rabia de animal acorralado dando vueltas por la clase lanzando patadas y puñetazos al aire no presagiaba nada bueno.
Cuando se lo llevaron, sus compañeros (la mitad de ocho comparten con él su perfil) me miraron alicaídos. Comprendían mi decisión pero sabían que iba a ser expulsado durante tres días. Esta amonestación era el punto que le faltaba para completar la cartilla de los premios.
Pedro se escapó del Aula de Convivencia y volvió. Estaba hundido. Necesitaba el calor de sus compañeros. Su novia lo había dejado a través de un mensaje de móvil. De pronto, estalló en llanto el niño que ya no es.
Cuando se lo llevaron, sus compañeros (la mitad de ocho comparten con él su perfil) me miraron alicaídos. Comprendían mi decisión pero sabían que iba a ser expulsado durante tres días. Esta amonestación era el punto que le faltaba para completar la cartilla de los premios.
Pedro se escapó del Aula de Convivencia y volvió. Estaba hundido. Necesitaba el calor de sus compañeros. Su novia lo había dejado a través de un mensaje de móvil. De pronto, estalló en llanto el niño que ya no es.
Comentarios
Sin embargo, la violencia de género se combate ahí, que es donde debería apostarse e invertir para evitarla, para educar en la igualdad, no únicamente destinando todos los recursos a la represión legal, a la jurisdicción o a la estúpida estadística de muertes. Es ahí donde han de transmutarse los "fracasos" de Pedro, en los "triunfos" de Pedro.
En la puerta de enfrente de esta casa, viven varios "Pedros". Tuvieron la suerte de robar la moto o de agredir a su novia antes de cumplir 18 años y, tras un tiempo considerable de internamiento "en la montaña", como ellos hablan de su centro de detención de menores, pasan un periodo de integración en el piso de al lado, conviviendo con sus educadores y peleando por su regreso a su casa, a su mundo.
Todas las respuestas sobre qué infancia haya tenido Pedro, cuál será su futuro o quién podrá ayudarle han de nacer de la "potencia" educativa, no de la "impotencia" educativa, pero, al parecer, el sistema no provee esta capacidad.
Para que yo no llegue a conocer a Pedro y entrevistarme con él en un calabozo, algún educador tendrá que acertar y conseguir que Pedro se encuentre. Una vez ante jueces, policías, funcionarios, abogados, reformatorios o prisiones, la solución para Pedro resulta poco más o menos que imposible.
El índice mayor de lectura en toda España se produce en las cárceles. Los porcentajes entre la población carcelaria son altísimos y harían soñar a un profesor de literatura. Sin embargo, nadie se beneficia de semejante situación; ni siquiera ellos mismos.
Alguien ahí, en ese centro escolar suyo, va a tener que empezar a hacer algo para que yo no conozca a Pedro. Alguien va a tener que hablar con sus padres, con sus compañeros de refuerzo o con quien sea, porque expulsar tres días a Pedro, no solo no es terapéutico, sino que es absolutamente inútil y hoy estamos perdiendo (gerundio) a Pedro, aunque de usted depende también sentir si Pedro ya está perdido(participio).
RFT, me quedo con ese detalle de que en las cárceles se lea tanto, me parece alentador. De hecho, Pedro y otros tres compañeros suyos solo parecen poner interés en clase cuando se lee, pero son incapaces de hacer cualquier otra cosa que les exija un esfuerzo, su dispersión mental es muy grande. Desgraciadamente, ante casos así solo queda la "impotencia" educativa y se lo dice alguien que se preocupa por Pedro. Mucho me temo que si se salva será tarde, cuando ya no le sea posible recuperar muchas oportunidades perdidas. Por supuesto que expulsarlo de clase no es la solución porque,para empezar, Pedro vendrá al instituto y se quedará en el aparcamiento, como pasa siempre. El instituto es el lugar de socialización de estos chavales, que solo se sienten bien cuando están cerca de su grupo.
Morgana, hace años que lo reclamo: una escuela para padres. Hay gente que no es consciente de lo que significa traer hijos al mundo.
Joselu, hoy en día son los hijos los que deberían llevar a sus padres a ver ejecuciones. O bien por exceso de celo o bien por dejadez paterna, en las familias están surgiendo demasiados Pedros que se acabarán convirtiendo en bestias miserables como las que tú mencionas. No está en nuestras manos salvarlos, esa es nuestra impotencia: verlos avanzar hacia una autodestrucción más que probable.
Un fuerte abrazo para los cuatro.
Un abrazo de ánimo.
Un abrazo.
Besos.
Besos.
O tempora, o mores... Bicos
Un fuerte abrazo.
De todas maneras, si ha ti y a otros he logrado trasmitiros algo eso ya es mucho.Gracias.
Un abrazo.