Hiyab en la escuela.
Que ella y su familia entren en razón. Eso es lo que pretende la dirección de un colegio de Arteixo (A Coruña) en el que estudia una niña española de origen magrebí de familia musulmana. Es una buena alumna apreciada por sus compañeros pero lleva un velo, no como quien lleva una gorra o una capucha rapera, sino como quién lleva una cadena colgada al cuello con la imagen de la Virgen María. El caso llegó ayer al Parlamento Gallego que da la razón al centro. Incluso el máximo dignatario de esta comunidad autónoma asevera que el velo islámico se podría "considerar como unha prenda que pode atentar contra a dignidade dos alumnos e alumnas". ¡Qué atrevida es la ignorancia!
No soy creyente, soy atea practicante y anticlerical recalcitrante. Desconfío de los sacerdotes tanto como de los políticos. Me aterra su capacidad de manipulación. Y me preocupa la creciente intransigencia de nuestra sociedad y el inquietante desprecio de los adolescentes hacia otras culturas. Ese sí debería ser un tema de debate en la escuela. Decía Amin Maaluf: "Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad". Arteixo se jactaba hasta hace poco de ser una población multicultural en la que prevalecía por encima de cualquier otra razón la tolerancia y el respeto entre las diferentes culturas y religiones. Sin embargo, los fantasmas de los Reyes Católicos han desempolvado los viejos grilletes y con la autoridad que les da pensar que el Nuevo Mundo no existía hasta que lo descubrió Cristóbal Colón, han resucitado a la Santa Inquisición. Eso sí, adaptándola a los tiempos modernos. Ahora el ropaje para imponer el dogma no es la defensa a ultranza de la fe cristiana sino la paternal vigilancia del cumplimiento de los derechos de la mujer. O la niña se hace morisca conversa o será expulsada del colegio.
¿Qué ha engendrado esta actitud intransigente disfrazada de laicidad? Lo podemos ver reflejado en el espejo cóncavo del crepúsculo de la Edad Media: la convivencia en Arteixo entre cristianos viejos y árabes se está deteriorando peligrosamente y los padres de esa niña, marroquí de ascendencia y gallega de nacimiento, se lamentan de que la pequeña tenga que oír a otros niños decir:"Vete para tu país".
¡Ah, por cierto! Con respecto a la defensa de la dignidad de la mujer, ayer, en clase , un alumno al que le pedí que barriera el suelo que había ensuciado deliberadamente me dijo:"Yo no barro. Eso que lo hagan las mujeres, que para eso están" No era marroquí, sino gallego de pura cepa. Por supuesto, barrió el aula. Y como lo conozco bien, lo imagino diciéndole a una niña con hiyab: "Vete a tu país". Lo cual demuestra que algo está fallando en la parte que se cree el ombligo del mundo y madre del progreso.
Las niñas marroquíes tienen derecho a una educación digna que les permita decidir en el futuro si se sienten humilladas o no por llevar hiyab, si el velo es un símbolo de identificación cultural o religiosa que quieren mantener,o no. Creo que uno tiene derecho al respeto de su identidad, aunque algunos pretendan convertirnos en estereotipos temerosos de mostrar nuestra individualidad.
Casualmente me topé con el blog de Ramón Lobo y descubrí que lo que yo quería decir ya lo había hecho él con más conocimiento de causa. A mí también me gusta la diversidad. Transcribo aquí parte de su artículo "El 'hiyab' de Najwa y los burkas".
Tengo claros algunos límites: no debe permitirse el burka y el niqab, que cubren por completo a la mujer, en establecimientos de propiedad de la Administración del Estado y, desde luego en los colegios, sean públicos o privados. Son prendas que, a diferencia del hiyab, atentan contra la dignidad y los derechos de la mujer convirtiéndola en una invisible. Es democracia no hay personas sin rostro.
No está en el Corán que la mujer deba cubrirse todo menos los ojos. Tampoco la ablación y la infibulación (cosido de los labios). Sí está escrito en las leyes aprobadas por los parlamentos democráticos que se trata de prácticas criminales. La ley está por encima de la tradición. No debemos ceder espacios de libertad.
El hiyab no menoscaba la dignidad: es sólo una prenda (algunas muy hermosas) que cubre el cabello. La moda (también hay efecto contagio por la televisión y el cine) y una interpretación estricta del islam que parte de Arabia Saudí -donde no son mucho mejores que los talibán en el trato de la mujer- han extendido su uso en el mundo musulmán. Lanzada la bola nadie sabe cuál fue su origen y justificación. En este asunto los chiíes son más liberales que los suníes y disponen de una autoridad religiosa central, la Hawza, que dicta fetuas y moderniza normas superadas por los avances técnicos y sociales, como el acceso de la mujer al trabajo.
El padre de Najwa ha convertido el hiyab de su hija en campo de batalla. Es cierto que las normas están para cumplirlas, pero también están para modificarlas cuando la realidad social de un país cambia. Las normas no son leyes. Afortunadamente hemos dejado de ser españoles blancos, católicos y del Movimiento Nacional. Ahora hay color, y acentos nuevos. Es riqueza. Me gusta la diversidad porque no tengo miedo al Otro ni a su Otredad.
Decían algunos comentarios del anterior post sobre el asunto del hiyab (¡muchas gracias por el debate generado; edificante y de altura!) que mi esperanza en que la educación terminará por vencer a la intolerancia resultaba naïf. Es probable, pero sólo desde la educación los cambios serán sólidos, sostenibles y aceptados.
No sólo tenemos que educar a esa niña para que pueda elegir, tenemos que educarnos nosotros en el respeto a la diferencia, a su diferencia. Comparar el hiyab con un gótico o un punk es más que pintoresco, es un error. Las religiones (soy ateo en todas las conocidas y por conocer) se basan en un sentimiento, en creencias y miedos no comparables a los gustos de una moda pasajera o una música más o menos agradable. Ya hablaremos otro día de ellas.
Internet, la cultura, la televisión, los libros, las letras de las músicas, las amigas de Naywa, los chicos guapos, que los hay… son elementos que terminarán derrotando el fanatismo y la intolerancia religiosa. Surgirá otra intolerancia, quizá civil. Todos llevamos dentro un inquisidor.
Es un debate muy complejo, el del hiyab. Los medios de comunicación deberíamos aportar ideas, espacios de conversación y mesura, no decenas de cámaras amontonadas en la puerta del colegio de Najwa como si fuera una Belén Esteban de 14 años. No me gusta el periodismo basura. Es tóxico.
Si impulsásemos un verdadero Estado laico y no esta amorfidad aconfesional llena de trampas, tendríamos más y mejores argumentos para exigir.[---]
Iman Maleki, pintor iraní |
No soy creyente, soy atea practicante y anticlerical recalcitrante. Desconfío de los sacerdotes tanto como de los políticos. Me aterra su capacidad de manipulación. Y me preocupa la creciente intransigencia de nuestra sociedad y el inquietante desprecio de los adolescentes hacia otras culturas. Ese sí debería ser un tema de debate en la escuela. Decía Amin Maaluf: "Lo que importa no es saber si podremos vivir juntos pese a las diferencias de color, de lengua o de creencias; lo que importa es saber cómo vivir juntos, cómo convertir nuestra diversidad en provecho y no en calamidad". Arteixo se jactaba hasta hace poco de ser una población multicultural en la que prevalecía por encima de cualquier otra razón la tolerancia y el respeto entre las diferentes culturas y religiones. Sin embargo, los fantasmas de los Reyes Católicos han desempolvado los viejos grilletes y con la autoridad que les da pensar que el Nuevo Mundo no existía hasta que lo descubrió Cristóbal Colón, han resucitado a la Santa Inquisición. Eso sí, adaptándola a los tiempos modernos. Ahora el ropaje para imponer el dogma no es la defensa a ultranza de la fe cristiana sino la paternal vigilancia del cumplimiento de los derechos de la mujer. O la niña se hace morisca conversa o será expulsada del colegio.
¿Qué ha engendrado esta actitud intransigente disfrazada de laicidad? Lo podemos ver reflejado en el espejo cóncavo del crepúsculo de la Edad Media: la convivencia en Arteixo entre cristianos viejos y árabes se está deteriorando peligrosamente y los padres de esa niña, marroquí de ascendencia y gallega de nacimiento, se lamentan de que la pequeña tenga que oír a otros niños decir:"Vete para tu país".
¡Ah, por cierto! Con respecto a la defensa de la dignidad de la mujer, ayer, en clase , un alumno al que le pedí que barriera el suelo que había ensuciado deliberadamente me dijo:"Yo no barro. Eso que lo hagan las mujeres, que para eso están" No era marroquí, sino gallego de pura cepa. Por supuesto, barrió el aula. Y como lo conozco bien, lo imagino diciéndole a una niña con hiyab: "Vete a tu país". Lo cual demuestra que algo está fallando en la parte que se cree el ombligo del mundo y madre del progreso.
Las niñas marroquíes tienen derecho a una educación digna que les permita decidir en el futuro si se sienten humilladas o no por llevar hiyab, si el velo es un símbolo de identificación cultural o religiosa que quieren mantener,o no. Creo que uno tiene derecho al respeto de su identidad, aunque algunos pretendan convertirnos en estereotipos temerosos de mostrar nuestra individualidad.
Casualmente me topé con el blog de Ramón Lobo y descubrí que lo que yo quería decir ya lo había hecho él con más conocimiento de causa. A mí también me gusta la diversidad. Transcribo aquí parte de su artículo "El 'hiyab' de Najwa y los burkas".
Tengo claros algunos límites: no debe permitirse el burka y el niqab, que cubren por completo a la mujer, en establecimientos de propiedad de la Administración del Estado y, desde luego en los colegios, sean públicos o privados. Son prendas que, a diferencia del hiyab, atentan contra la dignidad y los derechos de la mujer convirtiéndola en una invisible. Es democracia no hay personas sin rostro.
No está en el Corán que la mujer deba cubrirse todo menos los ojos. Tampoco la ablación y la infibulación (cosido de los labios). Sí está escrito en las leyes aprobadas por los parlamentos democráticos que se trata de prácticas criminales. La ley está por encima de la tradición. No debemos ceder espacios de libertad.
El hiyab no menoscaba la dignidad: es sólo una prenda (algunas muy hermosas) que cubre el cabello. La moda (también hay efecto contagio por la televisión y el cine) y una interpretación estricta del islam que parte de Arabia Saudí -donde no son mucho mejores que los talibán en el trato de la mujer- han extendido su uso en el mundo musulmán. Lanzada la bola nadie sabe cuál fue su origen y justificación. En este asunto los chiíes son más liberales que los suníes y disponen de una autoridad religiosa central, la Hawza, que dicta fetuas y moderniza normas superadas por los avances técnicos y sociales, como el acceso de la mujer al trabajo.
El padre de Najwa ha convertido el hiyab de su hija en campo de batalla. Es cierto que las normas están para cumplirlas, pero también están para modificarlas cuando la realidad social de un país cambia. Las normas no son leyes. Afortunadamente hemos dejado de ser españoles blancos, católicos y del Movimiento Nacional. Ahora hay color, y acentos nuevos. Es riqueza. Me gusta la diversidad porque no tengo miedo al Otro ni a su Otredad.
Decían algunos comentarios del anterior post sobre el asunto del hiyab (¡muchas gracias por el debate generado; edificante y de altura!) que mi esperanza en que la educación terminará por vencer a la intolerancia resultaba naïf. Es probable, pero sólo desde la educación los cambios serán sólidos, sostenibles y aceptados.
No sólo tenemos que educar a esa niña para que pueda elegir, tenemos que educarnos nosotros en el respeto a la diferencia, a su diferencia. Comparar el hiyab con un gótico o un punk es más que pintoresco, es un error. Las religiones (soy ateo en todas las conocidas y por conocer) se basan en un sentimiento, en creencias y miedos no comparables a los gustos de una moda pasajera o una música más o menos agradable. Ya hablaremos otro día de ellas.
Internet, la cultura, la televisión, los libros, las letras de las músicas, las amigas de Naywa, los chicos guapos, que los hay… son elementos que terminarán derrotando el fanatismo y la intolerancia religiosa. Surgirá otra intolerancia, quizá civil. Todos llevamos dentro un inquisidor.
Es un debate muy complejo, el del hiyab. Los medios de comunicación deberíamos aportar ideas, espacios de conversación y mesura, no decenas de cámaras amontonadas en la puerta del colegio de Najwa como si fuera una Belén Esteban de 14 años. No me gusta el periodismo basura. Es tóxico.
Si impulsásemos un verdadero Estado laico y no esta amorfidad aconfesional llena de trampas, tendríamos más y mejores argumentos para exigir.[---]
Comentarios
Dejar un buen recuerdo en tus alumnos también es literatura.
Un cordial saludo.
Otro cordial saludo.
Besos, Carlota.