"Fóllate a la tulla,cabrón". Una reflexión para el 25N




"Fóllate a la tulla, cabrón" reza la pintada, encajada desde hace años ya en el paisaje como didáctica concesión al  feísmo rural. El aforismo es anónimo, pero quizás esta letra  haya pasado por mis ojos algún curso. Con seguridad, yo habría puesto el acento en "cabrón", una tilde con bolígrafo verde enmarcada en un círculo.  Aunque no lo parezca dice más de lo que dice porque desenmascara al anónimo autor aunque siga permaneciendo en el anonimato. Decididamente, los estudios no son lo sullo*, es posible que no sepa que un pronombre posesivo es aquel que denota posesión o pertenencia.  Pero sabe cuál es la sulla* y cuál es la tulla*. Su posesión y la del otro. Tras el  verso se esconde una historia sentimental marcada por la infidelidad. Cuando se lo contaron sintió el frío de una hoja de acero en las entrañas pero no se apoyó contra el muro, no, sino que, ofuscado por tan becqueril desengaño, estampó su lírico sentir en él.

Durante los años que pasé por delante de ese muro no recuerdo que nadie borrase la pintada, que nadie hiciese mención a ella a pesar de mostrar su impúdica visibilidad hacia las ventanas de algunas aulas. Las malas hierbas y las zarzas la han ido desvaneciendo y es probable que solo quede fragmentada constancia en esta vieja foto que siempre me persigue cuando llega el día de pasarse el día reflexionando sobre la violencia de género.

66.000 mujeres han llamado este año en España al teléfono de atención a víctimas de violencia de género, muchas de ellas adolescentes, el colectivo más vulnerable. Ignoro cuántos miles de euros serán destinados a lacitos morados pero su efecto será igual a la buena voluntad de la miel con limón para curar la pulmonía.

El de la tulla* ha crecido en un mundo donde el fútbol es cosa de hombres; donde los héroes de los cómics son, en su mayoría, hombres; donde gran parte de los grupos musicales están liderados por hombres; en los libros de texto los inventos, los acontecimientos, los pensamientos, el ingenio y la creatividad son cosa de hombres; en la publicidad, los coches de alta gama que circulan por carreteras solitarias están conducidos por hombres mientras las mujeres sufren pérdidas de orina, tienen digestiones difíciles, toman infusiones para adelgazar y poder derrochar atractivo concupiscente en los anuncios de perfumes.

El de la tulla* escuchar reggaeton y canta en inglés lo que no comprende mientras engulle vídeos de sujetos con gorra que acercan su bálano a estrechas minifaldas quinceañeras. Su hermano pequeño también amuebla su infancia con  youtubers de memo ingenio mientras sueña con participar algún día en "Mujeres y hombres y viceversa" o soltar palabrotas e improperios en cualquier otro programa de máxima audiencia.

Me pregunto qué habrá sido de sulla*.  

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