El Damasco que ya no es


Luna creciente sobre varias mezquitas en el viejo Cairo (Egipto), cinco días después del inicio de Ramadán( Asmaa Waguih).
La magia de Oriente. El mundo que ya no es.
 


Damasco visto por el escritor sirio Rafik Schami  (El lado oscuro del amor)
"Damasco no es una ciudad, un punto en el atlas, sino una leyenda que se disfraza de casa y callejones, historias, olores y rumores.
A lo largo de sus ocho mil años de historia, la ciudad vieja ha sido víctima infinidad de veces de plagas, guerras e incendios, y a falta de un sitio mejor fue reconstruida en el mismo lugar. La mano que ha marcado Damasco hasta hoy es la de un planificador urbanístico griego llamado Hipodamo de Mileto. ÉL dividió la ciudad en barrios cuadrangulares rigurosamente geométricos, con grandes avenidas. Los griegos amaban las líneas rectas; los árabes, en cambio, prefieren el arco, la curvatura. Algunos afirman que eso guarda relación con sus agotadores viajes por el desierto. La curvatura acorta la distancia, al menos para la vista. Otros dicen que es la vida misma la que determina el arco: la rama de olivo se comba con el peso de sus frutos, el vientre de las mujeres embarazadas es un arco y las ramas de una palmera forman una bóveda redondeada. Solamente la muerte es rectilínea. La explicación de los viejos damascenos es más profana: los callejones se pueden defender mejor cuantas más sinuosidades tienen.
Si se quiere hablar de Damasco, hay que tener cuidado para no hundirse, porque Damasco es un mar de historias. La ciudad lo sabe y por eso conserva, pese a todo el amor de los árabes por las calles y callejones sinuosos, una sola calle recta, que precisamente recibe este nombre. Constituye el punto de referencia de todos los paseos y todos los relatos. Cuando uno se pierde en los infinitos recovecos de los callejones, siempre puede regresar a la calle Recta. Esta vía es una enorme brújula que desde hace más de tres mil años indica la dirección del este hacia el oeste.
Antes tenía más de veinte metros de anchura y era un fastuoso paseo con columnas y pórticos. Pero los mercaderes fueron invadiendo ambos lados de la calle con sus puestos, de manera que hoy no alcanza, en algunos lugares, los diez metros. Los mercaderes damascenos dominan a la perfección la técnica de la apropiación. Sin llamar la atención, se instalan en la acera con un cesto de verduras, una pequeña pirámide de cajas taraceadas o una bandeja con pistachos, que solo depositan para secar al sol durante un par de horas. Luego se monta encima una ligera estructura de madera y se tiende sobre ella una tela aún más ligera, para proteger la mercancía del excesivo ardor del sol. En cuanto los transeúntes y los policías se han acostumbrado, la estructura de madera se viene abajo de vez en cuando, y los mercaderes se ven obligados a sustituir la temblona armazón por una construcción un poco más sólida. Pero, para poder gozar de una siesta sin preocuparse de los ladrones, es preciso dotar al conjunto de una puerta, y poco después de una ventanita con visillo. Una semana más tarde, como por arte de magia, la fina madera se refuerza con adobe y, después de una acción sorpresiva en plena noche, de pronto la casita resplandece de blancura, con sus puertas y ventanas azules recién pintadas. Pronto vuelve a tener delante un cesto de verdura, solo para llamar la atención de los clientes. El policía refunfuña, pero es tranquilizado con muchas palabras y un café...hasta que finalmente es trasladado. Su sucesor podría jurar que la calle siempre había descrito una curva en ese punto.
Los damascenos lo han recibido todo: una columna griega, un puente romano, un muro anodino levantado con piedras de los palacios de siglos pasados, plantas traídas de África por manos esclavas. Hasta el día de hoy, uno cree escuchar en los callejones palabras pronunciadas por forasteros hace cientos de años. Y tropieza con personas, ya sea un mercader de verduras o un médico, cuyos antepasados vinieron de España, Yemen o Italia, y que aun así se consideran damascenos de pura cepa. Y lo gracioso es que tienen razón.[...]"


Comentarios

Joselu ha dicho que…
¡Qué hermoso es el oriente, centrado en ese Damasco de Rafik! ¡Lástima de fundamentalismos de todo signo, de fanatismos, de creyentes absolutos que están dispuestos a inmolarse por su fe destruyendo todo, de sátrapas homicidas bendecidos mientras son útiles! Oriente Medio es un lugar telúrico y complicado en que apenas hay lugar para la compasión, y no existen segundas oportunidades.. Una lástima que no podamos disfrutar de esa civilización sin profetas que llamen al apocalipsis... Tierras anegadas en sangre en la historia...
Chus ProfedeLengua ha dicho que…
S, Joselu. Es una lástima que los fanatismos ahoguen culturas con matices tan ricos y tan sugerentes. Me duele el presente de Oriente porque me atrae la delicadeza y la inteligencia de sus muestras culturales,... esas que pertenecen al pasado. Confiemos en los jóvenes que alientan los cambios en la Primavera árabe y ¿recemos? a los dioses para que la religión no los adormezca y extirpe todo.
Buen comienzo de curso.
Un saludo.

Entradas populares