Seis ideas fascinantes para que tus alumnos se encanten con la lectura


Niños leyendo cómics. Thurston Hopkins.

Café matutino en mano abro la ventana al mundo virtual y me tropiezo con el siguiente reclamo:  "Un fascinante cortometraje para encantar a tus alumnos con el mundo de los libros". Se trata de  Los fantásticos libros voladores del señor Morris Lessmore, ganador de un Oscar en 2012. Será que me estoy acercando a esa edad en la que una deja por fin de creer en los Reyes Magos pero un titular tan entusiasta invoca más al recelo que a la esperanza. Me dispongo a verlo con mentalidad de alumna poco lectora, de esas a las que hay que encantar con recetas fascinantes y compruebo con pavor que el corto tan premiado me aburre antes de llegar al minuto siete. Con todo, llego al final y me empacha tanta mermelada con mantequilla, tanto libro volador y tanto final extrafeliz y tan consciente y manipuladormente emotivo. Será que me acecha una vejez  llena  de ortigas o será que he pasado la canícula imbuida en lecturas tan poco pastelonas como las de Carson Mccullers, Jirí Weil o de Nell Leyshon pero el cortometraje (líbreme Dios de criticar sus virtudes técnicas) no me ha trasportado en absoluto al fascinante mundo de los libros.

Pero desprendida como me encuentro en esta alborada sin luna de finales de agosto he decidido compartir con ustedes estas Seis ideas fascinantes para que sus alumnos se encanten con la lectura que me he encontrado por ahí.

1. Ponles cortometrajes en los que hombres mayores y solitarios sobreviven gracias a los libros.
Sin duda, se sentirán identificados con el personaje. Además, lo bueno de este tipo de cortometrajes es que el libro aparece como un objeto viviente estereotipado, ajeno a los libros reales y a su sentido. Si en la clase no se oye ni una mosca durante el visionado del mismo se pueden buscar en internet otros cortos bajo el epígrafe de "Diez cortometrajes sobre la lectura que hay que ver antes de morir" o "Cinco secuencias de películas famosas que harán que tus alumnos lean Crimen y Castigo en tres días". Si aguantan en sepulcral silencio el proceso de conversión puedes recompensarlos organizando una performance consistente en sacar todos los libros de la biblioteca al patio y realizar un acto de purificación con música y frases bonitas sobre la importancia de leer. Imprescindible colgar la actividad en el blog del instituto y en las redes sociales con el hashtag #animaciónalalectura.

2. Recomienda un único libro por trimestre para todo el grupo.
Que sí, que sí, que las aulas de un centro público son un microcosmos donde impera la diversidad. Conviven grandes lectores con alérgicos a la escritura; entornos familiares de los que sería conveniente huir con otros que son la réplica moderna de la Escuela de Atenas; adolescentes para los que el estudio consiste en empujar una piedra de grandes dimensiones cuesta arriba frente a otros que emiten un leve soplido para que la piedra ruede cuesta abajo. Entonces, ¿Qué mejor homenaje al "Todos somos iguales y tenemos los mismos derechos" que imponer cada trimestre un único libro para todos y para  todas?

3. Elige entre la amplia oferta de las editoriales que publican libros escritos a propósito para leer en los institutos.
Muestra tu apoyo a  la labor filantrópica de las editoriales especializadas en "literatura de instituto" recomendando a ciegas los libros de sus catálogos. No es necesario que los leas previamente ya que cada libro viene clasificado por edad recomendada para su lectura, valores éticos que transmite, temática,... Compartimentos estancos que, paradójicamente, se cruzan y entremezclan hasta parecer escritos por la misma cabecilla.

4. Haz saber que leer el libro es obligatorio y que pueden suspender la asignatura si no demuestran su lectura en un examen.
Lo digo siempre citando a Sabina: Si dos no se engañan mal pueden tener desengaños. Emociones fuertes para otra ocasión. La lectura del libro se demuestra vomitando su contenido en un examen. Para ello, lo mejor es leerlo de un tirón la noche previa al día de autos. Y no hay más que decir, señoría.

5. Evita los clásicos.
Circulan por la red testimonios dantescos, esperpénticos y kafkianos de docentes que se han quedado calvos por tirarse de los pelos cada vez que sus alumnos de 3º de ESO reconocían abiertamente que no habían entendido nada de El Buscón de Quevedo.  Uno apunta en la pizarra el título de un clásico, deja  a la deriva a los alumnos con un libro escrito en el siglo XVII, jarabe de ricino sin red ni resumen ni adaptación ni lectura leída en voz alta ni explicada en el aula, sí señor, para que se hagan fuertes ante la adversidad y ellos... ¡Ingratos!

6.  No tengas en cuenta sus recomendaciones.
Podrían emocionarse demasiado y romperte los esquemas. Está bien que lean lo que quieran pero que lo hagan en casa. En el aula es otra cosa, en el aula el profesor tiene ante sí la titánica tarea de conseguir que sus pupilos amen la lectura.

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