LIGERO DE EQUIPAJE.


Este año, que se cumplen setenta de la muerte de Antonio Machado, he estado releyendo los últimos capítulos de la biografía que Ian Gibson dedica al poeta: Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado (Punto de Lectura, 2007). El último viaje de Machado es largo: es un peregrinaje que comienza en noviembre de 1936, fecha en la que el poeta huye de Madrid y de la guerra – eso, sí, con su familia: su madre y su hermano José junto con su esposa y sus tres hijas-. Antonio Machado se siente viejo y está enfermo. Pero el poeta no deja de escribir, ahora defendiendo la causa republicana. Primero en Rocafort, Valencia, donde Machado pasa un tiempo relativamente tranquilo, rodeado de limoneros y naranjos, de fuentes y de luz, y recibiendo la visita de intelectuales y amigos que se preocupan por su deteriorada salud. En 1938 debe trasladarse a Barcelona. Es el principio del fin, ya no habrá retorno ni paz. En Barcelona, Machado y su familia viven en La Torre Castañer, un palacete del siglo XVIII en el que el poeta no se siente cómodo. De esta vivienda recordará dos años más tarde su hermano José:”Grandes habitaciones. Salones con profusión de espejos en marcos dorados, piano antiguo, cornucopias, litografías que amarilleaban por el tiempo y grandes y magníficas arañas.[…] Los dueños de esta morada eran por aquel entonces los ratones y la carcoma. La sensación que daba esta vieja Torre era la de que todo iba a caerse hecho polvo”. Al igual que en Valencia el escritor recibe constantes visitas. Todos quieren conversar con el maestro, con el poeta, con el amigo, todos constatan con tristeza y preocupación que su deterioro físico no cesa. La caída de Barcelona es inminente, José Machado envía a sus tres hijas al extranjero. La Nochevieja de 1938 es la última para el poeta. El domingo 22 de enero de 1939 Antonio, su madre, su hermano José y su esposa Matea parten para el exilio. Es una huida terrible, incómoda, plagada de cansancio, lluvia, frío, incertidumbre. Recuerda el filósofo Joaquín Xirau:” Cerca de la frontera los chóferes de las ambulancias que nos conducían nos dejaron en medio de la carretera, sin maletas ni dinero, al entrar la noche en un alto acantilado cerca del mar en medio de la muchedumbre que se apretujaba. El frío era intenso. Llovía abundantemente. Cuarenta personas. Mujeres. Niños. La madre de don Antonio, de ochenta y ocho años [sic], con el pelo calado de agua, era una belleza trágica”. Un hombre enfermo, viejo, -no un poeta-, un ser humano como tantos despojados de su dignidad. Machado pierde en la frontera un pequeño maletín en el que llevaba sus papeles más preciados y que el poeta había intentado poner a salvo. Llegan finalmente a Collioure, un pintoresco pueblo pesquero frecuentado a principios de siglo por artistas como Henry Matisse o André Derain. Un remanso de paz. El pueblo se vuelca con los recién llegados. Otros no han tenido tanta suerte y son desplazados a campos de refugiados, a campos de concentración. Pronto se propaga la noticia: un poeta español se hospeda en el Bougnol – Quintana. Se lo ha recomendado un joven empleado de ferrocarril, Jacques Baills, quien desconoce de momento que está recomendando su propio hotel a un poeta que él estudió cuando acudía a clases nocturnas de español. Días más tarde Baills le enseñará a Machado su cuaderno, en el que el joven había copiado algunos poemas, todos de la primera época: “Recuerdo infantil”, “Yo voy soñando/caminos de la tarde”. Machado, a pesar de su mala salud, pasea por el pueblo apoyado en su bastón y espera desesperadamente una ayuda económica y un trabajo que le permitan salir adelante. No podrá ser. El poeta empeora, entra en coma y muere en su cama el 22 de febrero de 1939, Miércoles de Ceniza, a las tres y media de la tarde. Tres días después fallece su madre. José, su hermano, encontrará en el bolsillo del gabán un papel arrugado que contiene los que probablemente sean los últimos versos del poeta: “Estos días azules y este sol de la infancia”, Emotivos versos, melancólicos y plásticos, que recuerdan al Machado de la primera época. ¿La placidez que se respiraba en el pequeño pueblo pesquero le traía retazos de su niñez en Sevilla, le hizo olvidar en algún instante su tragedia? Sea como fuere, Machado, el poeta, se nos fue como empezó, con el verso sencillo, contenido, sugerente, simbólico. Ligero de equipaje.

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